Por Humberto Vera
Cuando miramos el mapa del desarrollo del Proyecto Nacional y Popular en curso, los cordobeses vemos que en nuestra provincia, contradictoriamente con su historia de luchas y progreso, es donde muestra las mayores dificultades para su instalación y desarrollo.
La explicación que rápidamente se tiende a dar sobre este fenómeno ronda habitualmente por referencias al gorilismo histórico, al acendrado clericalismo, al origen cordobés de los primeros movimientos militares de la revolución fusiladora etc. Pero normalmente estas afirmaciones suelen ser superficiales, incompletas y por sobre todo y tal vez por ello, cargadas de un profundo y desalentador fatalismo.
Las movilizaciones de carácter popular más recordadas de la historia cordobesa son: la lucha por Reforma Universitaria en el 18, y los procesos populares de resistencia a la dictadura llamada Revolución Argentina, que culminaron en el Cordobazo de 1969 y en el Vivorazo de 1971. Todas estas movilizaciones, fueron hitos de cambios profundos en la política de la nación. Estos dos últimos, fuertemente reprimidos, con muertos y detenidos, principalmente protagonizados por obreros industriales y estudiantes universitarios, aparecen como los más significativos en participación activa de la ciudadanía cordobesa en la lucha por reivindicaciones políticas y también como los postreros en cuanto a magnitud y expresión de resistencia.
Las elecciones posteriores (1973) que a nivel nacional dieron un triunfo claro en todo el país en primera vuelta con el 50% de los votos al peronismo encabezado por Héctor J. Cámpora, debieron ser resueltas aquí en segunda vuelta electoral, dando el triunfo a Ricardo Obregón Cano.
Tres años después la nación vería una vez más violentadas sus instituciones por el uso más atroz en la historia, de las fuerzas armadas en contra de la voluntad popular. Pero dos años antes, en marzo del 74, este proceso se había anticipado en Córdoba mediante el copamiento del poder provincial por parte del coronel retirado Domingo Navarro en ese entonces a cargo de la policía de la provincia. La triple A, culmina ese episodio asesinando al ex Vicegobernador Atilio López el 16 de setiembre de ese mismo año, aniversario de la revolución “fusiladora”.
El Golpe de estado de 1976 solo continúa y profundiza el terror ya instalado prematuramente en nuestra provincia, desde la más terrorífica base militar del interior del país instalada en el Tercer Cuerpo de Ejército, que elimina de Córdoba a más de 4000 dirigentes entre muertos, desaparecidos, presos, desterrados y exiliados.
La investigación sobre Papel Prensa SA., que ha terminado de exponer de manera contundente el acuerdo y complicidad de los grandes medios de comunicación con los golpistas, por lo menos desde el año 1972 fecha en que comienza el desarrollo de Papel Prensa pergeñado por Agustín Lanusse, también ayuda a explicar el fenómeno de las dificultades de incorporar a Córdoba de una manera más decidida en el camino de recuperación de su histórica vocación de cambio y progreso social.
Cuando recordamos el final de la dictadura de Videla, no podemos dejar de recordar como episodio determinante, el atroz fracaso militar y político que significó la guerra de Malvinas, y dentro de ese episodio, el rol fundamental jugado por los medios, tanto alentando la guerra en su inicio y desarrollo, como en el posterior intento de ocultamiento y desaparición de la escena pública del fracaso, que quedó nominado como proceso de desmalvinización.
Con el advenimiento de la democracia, el rol principal jugado por los medios más concentrados, consistió básicamente en consolidar las políticas neoliberales y de sojuzgamiento iniciadas por la dictadura y que luego tendrían su expresión más acabada en el llamado “consenso de Washington”, mediante un brutal, masivo y permanente bombardeo de la propuesta económica, política y cultural del neoliberalismo, que se daba en un ambiente de permanente amenaza de regreso a la dictadura expresado en los conatos militaristas carapintadas de los coroneles Seneildin y Aldo Rico.
Ejes centrales de esa estrategia mediática, fueron la entronización del mercado como regulador de la las relaciones sociales, y el desprestigio absoluto de la política como mecanismo de transformación de la realidad.
La represión sobresalientemente feroz en Córdoba, no generó únicamente la eliminación de dirigentes sindicales obreros y de instituciones intermedias de todo tipo, intelectuales, dirigentes estudiantiles, periodistas, profesionales, sino que destruyó llevando a cero, al desmantelamiento casi total, a todas las organizaciones sociales que expresaran algún tipo de agrupamiento colectivo.
En nuestra provincia, inserta en este panorama general, los productos que dio la renaciente democracia como continuadores de Obregón Cano y Atilio López, después de la larga noche de la dictadura, solo 9 años después, fueron Eduardo Angeloz 1983–1995; Ramón Mestre 1995–1999; José Manuel de la Sota 1999–2007 y Juan Schiaretti 2007–2011.
Eliminación física de la dirigencia, terror brutal, destrucción de las instituciones, mantenimiento de la amenaza (con Seneildin y Aldo Rico), desprestigio de la política y entronización cultural de la entrega y del mercado, constituyen la principal explicación de la actual dificultad de los cordobeses para la generación de nuevos liderazgos o estructuras organizativas que acompañen el proceso nacional en curso.
La represión fue en Córdoba diferencialmente feroz. Y su eficacia se potenció también de manera diferencial por la ausencia total de medios de comunicación independientes o al menos que expresaran intereses nacionales o populares.
Es la de Córdoba una situación similar a la que se produjo en Tucumán, provincia que también estuvo bajo la tutela del Tercer Cuerpo de Ejército durante la dictadura y donde se sufrió una ferocidad mucho mayor a la padecida por los cordobeses, también anticipada al golpe con el Operativo Independencia, realidad que tal vez fue la generadora de que allí hayan elegido como gobernantes post dictadura, a personajes como Palito Ortega y el general Domingo Bussi, amén de la intervención menemista de Chiche Araoz.
Ante este panorama provincial y en medio de la urgencia de encontrar caminos para asegurar la continuidad del proceso nacional iniciado en 2003, los cordobeses tenemos la difícil tarea de reconstruir las organizaciones sociales locales, generar liderazgos y medios de expresión populares que nos permitan salir de una derrota política y cultural de la sociedad cordobesa que a todas luces ha sido más profunda que en el resto del país.
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